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«Somos personas y necesitamos estar con personas»

A pesar de la aparente tendencia social al individualismo al que el tipo de vida, trabajo y tecnología parecen abocarnos, el ser humano no es capaz (¡y menos mal!) de vivir en soledad. El primer estudio realizado hasta ahora a gran escala -abarca los últimos 150 años- ha tratado de dilucidar la validez de varias teorías psicosociológicas que explican el individualismo. El estudio realizado por  Igor Grossmann, profesor de Psicología Científica de la Universidad de Waterloo y por Michael Varnum, de la Universidad Estatal de Arizona, en Estados Unidos; sugiere que el auge del individualismo está relacionado a factores socioeconómicos, pero no a otros condicionantes culturales y medioambientales. En concreto, lo que nos hace más individualistas es nuestro trabajo, y más específicamente, las profesiones liberales.Sugiere que el auge del individualismo está relacionado a factores socioeconómicos, pero no a otros condicionantes culturales y medioambientales. En concreto, lo que nos hace más individualistas es nuestro trabajo, y más específicamente, las profesiones liberales.

Y, a pesar de que la tendencia al individualismo no es un fenómeno nuevo (los expertos destacan que se inició hace más de 100 años), hay que destacar que las personas somos seres sociales; nos necesitamos (y nos queremos) los unos a los otros, las unas a las otras. Nos necesitamos, nos debemos al colectivo; no existimos en tanto no lo hacemos con los demás.

Hay muchas cuestiones interesantes relativas a la necesidad de la persona como ser social pero existe un factor determinante que nos empuja a acompañarnos; el miedo. El miedo está asociado a lo desconocido, una vez que conocemos, que sabemos, que entendemos, podemos planificar, actuar y, eventualmente, superar el miedo. Y cuando sentimos miedo, nos necesitamos unos a otros para poder sobrellevarlo. De eso se trata la empatía: comprender que lo que vive el otro también lo vivo yo; eso ya alcanza para sentirnos un poco menos solos.

Como decía Gustavo Adolfo Becquer: «La soledad es muy hermosa… cuando se tiene junto a alguien a quien decírselo».

En un momento como el que estamos viviendo, todos estos parámetros existenciales toman más cuerpo que cuando nos encontramos inmersos en un ritmo de vida habitual en el que el miedo está latente pero no presente de manera continua. La cocina se erige como el lugar más importante para este nuevo encuentro: el lugar donde se comparte la comida, es decir, la vida, y donde la compañía logra vencer en el desafío contra la adicción a la tele o a internet o, ahora, al miedo a lo desconocido, como decimos.

Y, por eso, la cocina es el perfecto punto de encuentro

Nuestra vida actual, vivir una situación fragmentada fuera de casa y sentir el miedo y la incertidumbre de una crisis como la del coronavirus, nos empuja a buscar el refugio acompañados de los que nos quieren y queremos. En la cocina la familia busca la unión, reclamando momentos compartidos y disfrutando de la mutua compañía.

¿Por qué no es la sala o el comedor el lugar de encuentro?

Aunque pueda resulta una curiosidad, hay una serie de cuestiones formales que hacen que sea la cocina la que se haya convertido en el espacio clave de la vida en grupo. Cada vez más, el espacio de la cocina es fluido. No son pocas las reformas globales que se organizan con la cocina como el epicentro de la casa. La cocina se une a la zona del salón, tanto para aprovechar al máximo el espacio cuando es reducido, como por elección estética para crear ambientes entre los que se establece un diálogo.

Además de una buena organización de los espacios,  la distribución de los elementos y la elección de los materiales, son los otros dos parámetros que hacen que la cocina no solo se integre con facilidad en el resto del hogar sino que marque el estilo con el que se proyecta nuestro hogar. En las cocinas Saitra contamos con materiales nobles como maderas, piedras y de otra naturaleza como porcelánicos o laminados que funcionan con la misma exquisitez en la cocina, sala, o zonas comunes. Actualmente, las islas de cocina se han convertido en elementos que aportan distinción a la casa. Y, no sólo eso, la isla es el punto clave de encuentro para la familia. Mientras se cocina, durante el aperitivo, mientras se desayuna o durante las comidas principales, reunirse alrededor de la isla es la mejor forma de pasar tiempo acompañándose unos a otros.

En la cocina, nos divertimos en familia

El valor de los gastronómico está al alza. Nos gusta vivir la nueva cocina como una experiencia. Más allá que una necesidad. Y, ahora que tenemos tiempo es el momento perfecto para sacar esa parte creativa que tenemos dentro y dedicar horas para crear ese plato o postre que adoramos y que pensábamos que nunca llegaríamos a hacerlo. Los nuevos materiales para encimeras y las grandes dimensiones que nos aportan las islas o penínsulas incluso en las cocinas más pequeñas, son las plataformas ideales para desplegar y trabajar los ingredientes. Y, si es con los pequeños de la casa, cocinar se convierte en la happy hour de este momento. Es positivos desde todos los puntos de vista: a nivel individual, familiar, de pareja…

La mejor cocina, la pensada para cada persona

Debemos pensar en quiénes y cómo utilizamos la cocina. Seguramente, ahora que estamos dedicando más tiempo en la cocina, nos daremos cuenta si la tenemos bien organizada. La cocina debe ser un espacio fácil de usar, de vivirlo y que es acogedor. La cocina debe ser un espacio práctico donde cocinar sea una experiencia agradable. Un espacio seguro en el que todos los miembros de casa, la utilicen sin temores ni riesgos. Y, por ´ultimo, un espacio en el que nos sintamos a gusto con las personas con las que la compartimos.

Y, si en estos días que estamos muchas más horas en casa, invita a conversar, expresar alegría, temores, experiencias…entonces, se habrá cumplido la verdadera función de una cocina: hacernos sentir más personas, más humanos. ¡Ánimo y a cocinar!